El suelo de parquet es difícil de mantener sobre todo si está expuesto a fenómenos como la humedad o la luz, los cuales podrían causar cambios de color o “deformaciones” del mismo. Además, el parquet es sensible a diferentes sustancias que lo pueden dañar o manchar de forma permanente.
En general, es aconsejable evitar líquidos o materiales agresivos como el alcohol o la lejía, así como las “sustancias” utilizadas a diario en la cocina como el aceite, la leche o el vino.
El agua también puede convertirse en un enemigo para el parquet sobre todo si utilizada en grandes cantidades, de hecho, si esto pasara es necesario secar con rapidez el exceso de agua para evitar rayas o manchas; sin embargo, si se utiliza de la manera correcta, puede ayudar en la limpieza.
El uso excesivo del agua es perjudicial ya que el agua penetra entre las láminas del parquet, favoreciendo la humedad por lo que al final la madera se expande y se hincha causando alteraciones.
La limpieza periódica se tiene que realizar pasando en el suelo una aspiradora con un cepillo específico para parquet o utilizando toallitas electroestáticas. Según se necesite, se puede lavar el suelo, utilizando un detergente suave y otros productos para su protección.
Los parquets tratados con aceite necesitan ser renovados periódicamente (una o más veces al año) en función de su desgaste. Se trata de una operación muy sencilla, pero importante para hidratar y proteger de nuevo la superficie del parquet.
Para las superficies barnizadas, la renovación del parquet se realiza utilizando polish o emulsiones de cera, que permiten conservar la pintura en buenas condiciones.
Tratamientos de recuperación más específicos se tienen que consultar con técnicos profesionales, como en el caso del método del lijado para conseguir acabados extraordinarios.
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