Llevamos toda la vida pisándolo y lo hemos asimilado como un elemento más de los espacios en los que vivimos y que visitamos. Y sin embargo, rara vez nos hemos preguntado cuándo empezó el ser humano a utilizarlo, hasta cuándo se remonta la idea de emplear la madera para crear suelos que resulten cómodos y prácticos. El parquet es hoy en día una pieza imprescindible en muchos hogares, pero hasta llegar a ese estatus ha recorrido un largo camino que nos hemos propuesto resumir en las siguientes líneas.
Antes de que la madera fuera utilizada para recubrir los suelos de viviendas, esta se empleaba en la construcción de las cubiertas de los barcos. Allá por el 3.000 a.C. los egipcios ya utilizaban este material para sus navíos, y posteriormente romanos y griegos lo emplearían para sus flotas. Al margen de la tradición naval, se dice que los primeros restos de pavimento de madera fueron encontrados en la gran sala de reunión del Templo de Salomón en Jerusalén –conocida como Hekal−, construido en el siglo X a.C. La composición del suelo de esta sala es todavía una incógnita: mientras que algunos afirman que se hallaba recubierto de planchas de madera de cedro, otros afirman que era ciprés adornado con oro. Sea como sea, supone uno de los más importantes precedentes a la hora de hablar del uso del parquet a lo largo de la Historia.
El uso de la madera como pavimento siguió evolucionando y respondiendo a las necesidades de protección contra el frío y la humedad. Así, se han encontrado en Rouen (Francia) entablados de madera del siglo II que podrían ser considerados los primeros parquets. Y es que es en la Edad Media donde se empiezan a utilizar los pavimentos de madera a partir de roble, nogal o chopo, aun si estos se dan sobre todo entre las clases más altas y casi siempre con un ojo puesto en la funcionalidad.
Es, sin embargo, en la Francia del Rey Sol cuando el término parquet se empieza a utilizar como diminutivo del término parc para definir los entarimados de madera –en francés, parquet de menuisere− que se utilizaron en el Palacio de Versailles en 1684 para reemplazar el mármol como suelo. Pronto otras grandes construcciones como el Castillo de Fontainebleau y el Castillo de Chantilly lo incorporaron, y a partir de ahí su uso se popularizó en toda Europa, siendo parte de edificios tan emblemáticos como la Cámara de los Comunes en Londres. El resto de la historia ya lo conocemos: una infinidad de variedades, estilos y mejoras que se han ido acumulando a través de los siglos y que hoy están a nuestro alcance para nuestros suelos.
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